NO HABIA MUSICA EN LA CAUTIVIDAD
Al predecir el juicio de los días del cautiverio de Israel por causa de sus pecados, el
profeta dijo: "Cesó el regocijo de los panderos, acabóse el estruendo de los que se huelgan, paró la alegría del arpa. (Isa. 24:8). La música cesó casi totalmente entre los cautivos judíos en Babilonia. Los exiliados compusieron un salmo que decía: "Junta a los ríos de Babilonia, allí nos sentábamos, y aun llorábamos, acordándonos de Sión. Sobre los sauces en medio de ella colgamos nuestras arpas.
Y los que allí nos habían llevado cautivos nos pedían que cantásemos, y los que nos habían desolado nos pedían alegría, diciendo: Cantadnos algunos de los himnos de Sión. ¿Cómo cantaremos canción a Jahvé en tierra de extraños? Si me olvidaré de ti, oh Jerusalén, mi diestra sea olvidada" (Sal. 137:1.5). Los cantores babilónicos habían oído la canción de Sión, por la que Jerusalén era notada, y pedían a sus cautivos que cantaran para ellos. Pero el canto religioso judío estaba tan estrechamente conectado con el templo de Jerusalén que rehusaban cantar esas canciones en tierra extranjera.
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